La asombrosa historia de el cantón de Cartagena sólo resulta explicable desde el entendimiento de un año insólito: 1873.
Hubo
entonces una crisis económica que motivó huelgas, ocupaciones de
tierras y manifestaciones, así como dos guerras simultáneas con los
separatistas cubanos y con los rebeldes carlistas del norte de España.
La inoperancia del Ejército llegó al extremo de disolverse el Cuerpo de
Artillería.
Carente
de apoyos, el 11 de febrero de 1873 el rey Amadeo I renunció al trono
de España y se volvió a su Saboya natal. Las Cortes generales proclaman
la Primera República y se nombra Jefe del Estado a Estanislao Figueras,
mientras que los federalistas de numerosas poblaciones se constituyen en
Juntas revolucionarias y se auto-gestionan, ignorando al Gobierno de
Madrid por considerarlo tibio.
El
proyecto de nueva Constitución era debatido entre los federalistas
“benevolentes” (que pretendían una división territorial basada en los
antiguos reinos históricos), y los federalistas “intransigentes”
(partidarios de organizarse al estilo de Suiza, cantones de implantación
provincial que libremente se integrasen en la República).
De
esta manera. el terreno queda abonado para que los movimientos
cantonales surjan por todda la península. Sin embargo, son las zonas
rurales pero con una burguesía revolucionaria las que toman la delantera
en este aspecto. El 9 de julio la ciudad alicantina de Alcoy tiene el
honor de ser la primera en declarar su independencia de España. Unos
tres días después Cartagena imita a los ciudadanos alcoyanos y declara
el Cantón Murciano de Cartagena ya que su objetivo primero no se
limitaba a independizar sólo la ciudad portuaria sino toda la provincia
así como otras zonas estratégicas del sureste español. Algo que hoy e
día ha sido y esta siendo tergivesado maliciosamente por algunas fuerzas
locales de la ciudad cartagenera que mueven la historia a su antojo.
Dicho
esto también queda por desmitificar otra de las leyendas del Cantón
Murciano de Cartagena, la bandera. La bandera turca teñida con sangre de
un voluntario en el castillo de Galeras es una escena muy romántica y
patriotica del gusto de la época. "En las Jornadas de Historia sobre el
Cantón Murciano que tuvierón lugar los días 26 y 28 de abril de 1993
Jose Mº Rubio Paredes y Joaquin Alcaraz Quiñonero en su exposición
titulada "El cantón murciano a través de un epistolario inédito: quince
cartas de Manuel Sabater" en la carta fechada el 19-4-1917
expone:(...)le he de manifestar que la información que ha
recogidorespecto a la bandera turca enarbolada al iniciarse la
revolución en Cartagena en el año73, es errónea por parte del que le ha
referido el hecho, tal vez de buena fe, pero sinhaberlo presenciado y
por referencia, o bien una patraña, con fines que no quierocalificar,
para que sirva de burla a los que fueron enemigos de aquel grandioso
movimiento.Como prueba de ello, le diré que el 11 de julio de 1873 por
la tarde compré demi bolsillo particular media pieza de un género
flexible (unos 10 ó 12 metros) encarnado,en un establecimiento de la
calle Mayor conocido vulgarmente por «La tienda de losmuchachos», y
cuando Sáez, por mi orden, subió a Galeras, le entregué la bandera
rojaque las hijas de Oriuño confeccionaron rápidamente, sin saber para
qué se destinaba, ycuando un cabo de cañón de la «Almansa» se me
presentó al amanecer del 12 diciéndomeque la escuadra no podía iniciar
el movimiento y sí recomendarle si la Plaza lo iniciaba,entonces envié
un aviso a Sáez para que izara la bandera roja en el castillo".
Y
es demasiada sangre habría que verter para teñir la media luna roja y
el planeta Venus (la estrella del interior) Una energías que serían más
necesarias en el campo de batalla.
En
este momento es cuando entra en aparición un personaje fundamental para
conocer el moviento cantonal del sureste español y de la indetidad
regional. El diputado: Antonete Gálvez
Antonete
Gálvez Arce destaca, desde su más tierna juventud, en levantamientos de
corte federal y progresista. Cuando era un muchacho entró a formar
parte de la compañía de Milicias Nacionales de Torreagüera, y en 1843,
ante la sublevación favorable a Narváez en Madrid, hará frente a la
columna que se alzaba sobre Murcia al mando del General Ros de Olano,
quien resultará victorioso por lo que Gálvez hubo de retirarse
discretamente al Huerto de San Blas (Torreagüera), donde contraería
matrimonio con su prima Dolores Arce Tomás, con la que tendrá seis
hijos.
Antonete
Gálvez continúa participando en las conspiraciones del partido
progresista, y el 17 de julio de 1854 entra en Murcia al frente de un
grupo de hombres reclutados en la huerta, logrando el triunfo de la
revolución en esta ciudad. Pero en 1856 un regimiento real restablecería
el anterior status quo, obligando a entregar las armas a la Milicia
Nacional, auténtica fuerza de choque de los progresistas desde su
creación. Gálvez no cejaría en su empeño y de esta manera, en 1868,
decidiría apoyar el pronunciamiento del progresista General Prim, que se
haría con el control de Cartagena, mientras Antonete hacia lo propio en
la ciudad de Murcia, decidiendo así el triunfo de la insurrección en la
provincia. Un año después, Antonete protagoniza el emblemático
levantamiento republicano en la Sierra de Miravete, teniendo que
exiliarse a Orán(Argelia) trás su fracaso, para retornar en 1870 gracias
a una amnistía.
En
1868, el ya conocido como león de la Huerta, ve en la revolución
cantonal el momento perfecto para llevar a cabo sus ideales progresistas
que pasan por una república federal con gran autonomía para los
territorios españoles. Ya en la ciudad portuaria, Galvez convenció a la
marinería de la moderna flota de fragatas acorazadas atracadas en
Cartagena para que se uniera a la rebelión, dejando marchar a los
oficiales. Galvez es nombrado por los cantonalistas comandante general
de las tropas del Ejército, Milicia y Armada de el cantón de murciano de
Cartagena.
Uno
de los aspectos más destacados de la participación de Gálvez como
Comandante General de las fuezas militares cartageneras, fueron sus
expediciones por toda la provincia de Murcia a aquellas zonas que los
dirigentes cantonales consideraban usurpadas al "histórico Reino de
Murcia", expandiendo el movimiento mediante la formación de Juntas
Locales y recaudando tributos para la defensa del cantón murciano habida
cuenta los escasos fondos que los oficiales perdonados por los
cantonalistas dejaron en la ciudad departamental.
Son
los momentos álgidos del moviento cantonal, Murcia, Lorca, Cieza,
Jumilla, Mazarrón, Águilas, Orihuela, Torrevieja se unen a los
insurgentes cantonales. El moviemento va triunfando debido a que el
Gobierno consticional esta sitiado por varios frentes.
Sin
embargo, esta alegrñia fue efímera, el 30 de julio llegó a Almería la
flota cantonalista del general Contreras. Exigió a su autoridades que
pusieran a votación popular el establecimiento de un cantón y que
entregaran una ayuda de 100.000 duros. Se negaron los de Almería,
produciéndose un intercambio artillero. La flota de el cantón de
Cartagena siguió rumbo a Motril (Granada) donde Contreras desembarca y
se le rinden honores; curiosamente, a falta de himno adecuado, los
músicos interpretaron La Marcha Real. Tras constituirse un cantón
aliado, los de Motril convencieron a Contreras para que aceptara unos
pagares de 160.000 reales pagaderos en Málaga (donde se había proclamado
también un cantón días antes). El 1 de agosto, cuando se dirigían a
Málaga para cobrarlo, los barcos cantonalistas fueron apresados por una
flota anglo-alemana (conocedora de la declaración de “piratería” del
Gobierno de Madrid). Los tripulantes cantonalistas fueron desembarcados,
y los buques fueron entregados a la República. El Gobierno republicano
tenía tropas atacando al cantón de Valencia. En auxilio de éste acudió
Antoñete y sus cantonalistas. El 10 de agosto fue derrotado en
Chinchilla (Albacete) por el general Martínez Campos, que le causó 500
muertos. Dos días después los cantonalistas deben evacuar Murcia,
refugiándose tras las imponentes fortificaciones de Cartagena. Como la
capital murciana otras ciudades procantonales van siendo recuperadas por
el Gobierno sin mucha resistencia. El 30 de agosto, las tropas de
Antoñete hacen una salida hacia Orihuela (Alicante) donde derrotan a los
guardias civiles y carabineros, constituyeron un cantón y se volvieron a
Cartagena con el dinero del ayuntamiento alicantino. Para financiarse
las autoridades de el cantón de Cartagena deciden acuñar monedas de
plata: el “duro” cantonal.
Mientras,
en la ciudad la Junta está tomando decisiones como gobierno autónomo.
Se forma un "Gobierno Provisional" con distintos ministerios. Se
suspende la pena de muerte, se libera a numerosos presos de las cárceles
y se mantiene el funcionamiento de las instituciones y servicios
públicos. También se publica un periódico oficial: El Cantón Murciano,
muestra del sentimiento regionalista de los instigadores del moviemento.
Asediados
por tierra por el Ejército, la flota cantonalista hace salidas en busca
de víveres y dinero; ahora porta siempre la bandera de la República
para evitar sea tomada por pirata por los barcos de guerra extranjeros.
Consiguieron sus propósitos en Torrevieja y en Aguilas, y fracasaron en
Alicante. El Gobierno envió a los barcos que había recuperado en agosto
para evitar que los cantonalistas hicieran más salidas; el 11 de octubre
combatieron ambas flotas frente a la bahía de Portman. Los barcos
cantonalistas eran más potentes pero estaban mandados por capitanes de
la marina mercante, debiendo refugiarse en Cartagena para no ser
hundidos. La flota de el cantón de Cartagena hizo una nueva salida cinco
días después para restablecer el cantón de Valencia, sofocado en
agosto; al salir hicieron huir a los barcos gubernamentales que trataron
de bloquearles. De noche, cuando estaban a la altura de Alicante,
chocaron accidentalmente dos de sus barcos, hundiéndose uno y muriendo
varios tripulantes. En Valencia se apoderaron de los barcos fondeados,
pero no consiguen que se sublevase la ciudad.
Mientras
tanto, el Ejercito de la República —dirigido sin contemplaciones por
los militares monárquicos fogueados en la guerra contra los carlistas—
iba estrechando el cerco y bombardeaba cada vez más la ciudad. El 29 de
diciembre se incendió y hundió la fragata cantonal Tetuán. pero todavía
les esperaba una catástrofe aún mayor a los rebeldes: el 6 de enero
explotó el parque de artillería de Cartagena, muriendo más de 300
mujeres y niños que allí estaban refugiados. Fue la mayor tragedia de
esta clase ocurrida en España hasta entonces.
Lo
que algunos creían que iba a ser un asunto fácil se revela en realidad
como una larga y compleja operación. La ciudad, amurallada, con
numerosos defensores y bien armados, no está dispuesta a rendirse
fácilmente. Durante meses se suceden los enfrentamientos, por tierra y
por mar, entre ambas fuerzas. Los ataques de los sitiadores por tierra
son rechazados una y otra vez, mientras que la flota cantonal y las
baterías defensivas mantienen a raya a la flota gubernamental, que trata
de bloquear la entrada al puerto. Las tropas del Cantón hacen varias
salidas en busca de víveres y para desbaratar las fortificaciones
atacantes. Los combates se suceden. Pero el desgaste se va notando en
los sitiados. Los víveres comienzan a escasear y comienzan las
desavenencias entre los partidarios de la resistencia a toda costa y los
favorables a negociar. Hay deserciones y arrestos y se enrarece la
convivencia. Mientras, los sitiadores reciben contínuamente nuevas
tropas de refresco, más artillería y armamento.
En
esta situación angustiosa tiene lugar otro momento, por llamarlo de
alguna manera, curioso. El gobierno cantonal envía una comunicación
oficial a Washington... ¡pidiendo que el Cantón sea aceptado como uno
más de los estados de la Unión. Al parecer, los norteamericanos llegaron
a considerar el ofrecimiento, pero Cartagena cayó antes de que tomaran
ninguna decisión.
Sin
ninguna esperanza ni fuerzas, el 12 de enero los sublevados se
embarcaron en la poderosa fragata Numancia un grupo formado por el
cabecilla Antoñete y unos mil de sus seguidores; a pesar de ser
perseguidos por la flota de la República consiguieron llegar hasta el
puerto argelino de Orán. Atrás quedó Cartagena, con el 70% de los
edificios destruidos y dañados. Atrás quedó uno de los momentos más
épicos de nuestra Región y que merece ser recordado y revisado para no
hacer falsas alegorías segregacionistas.