jueves, 21 de julio de 2016

La verdadera historia del Cantón murciano de Cartagena

La asombrosa historia de el cantón de Cartagena sólo resulta explicable desde el entendimiento de un año insólito: 1873.
Hubo entonces una crisis económica que motivó huelgas, ocupaciones de tierras y manifestaciones, así como dos guerras simultáneas con los separatistas cubanos y con los rebeldes carlistas del norte de España. La inoperancia del Ejército llegó al extremo de disolverse el Cuerpo de Artillería.

Carente de apoyos, el 11 de febrero de 1873 el rey Amadeo I renunció al trono de España y se volvió a su Saboya natal. Las Cortes generales proclaman la Primera República y se nombra Jefe del Estado a Estanislao Figueras, mientras que los federalistas de numerosas poblaciones se constituyen en Juntas revolucionarias y se auto-gestionan, ignorando al Gobierno de Madrid por considerarlo tibio.
El proyecto de nueva Constitución era debatido entre los federalistas “benevolentes” (que pretendían una división territorial basada en los antiguos reinos históricos), y los federalistas “intransigentes” (partidarios de organizarse al estilo de Suiza, cantones de implantación provincial que libremente se integrasen en la República).

De esta manera. el terreno queda abonado para que los movimientos cantonales surjan por todda la península. Sin embargo, son las zonas rurales pero con una burguesía revolucionaria las que toman la delantera en este aspecto. El 9 de julio la ciudad alicantina de Alcoy tiene el honor de ser la primera en declarar su independencia de España. Unos tres días después Cartagena imita a los ciudadanos alcoyanos y declara el Cantón Murciano de Cartagena ya que su objetivo primero no se limitaba a independizar sólo la ciudad portuaria sino toda la provincia así como otras zonas estratégicas del sureste español. Algo que hoy e día ha sido y esta siendo tergivesado maliciosamente por algunas fuerzas locales de la ciudad cartagenera que mueven la historia a su antojo.

Dicho esto también queda por desmitificar otra de las leyendas del Cantón Murciano de Cartagena, la bandera. La bandera turca teñida con sangre de un voluntario en el castillo de Galeras es una  escena muy romántica y patriotica del gusto de la época. "En las Jornadas de Historia sobre el Cantón Murciano que tuvierón lugar los días 26 y 28 de abril de 1993 Jose Mº Rubio Paredes y Joaquin Alcaraz Quiñonero en su exposición titulada "El cantón murciano a través de un epistolario inédito: quince cartas de Manuel Sabater" en la carta fechada el 19-4-1917 expone:(...)le he de manifestar que la información que ha recogidorespecto a la bandera turca enarbolada al iniciarse la revolución en Cartagena en el año73, es errónea por parte del que le ha referido el hecho, tal vez de buena fe, pero sinhaberlo presenciado y por referencia, o bien una patraña, con fines que no quierocalificar, para que sirva de burla a los que fueron enemigos de aquel grandioso movimiento.Como prueba de ello, le diré que el 11 de julio de 1873 por la tarde compré demi bolsillo particular media pieza de un género flexible (unos 10 ó 12 metros) encarnado,en un establecimiento de la calle Mayor conocido vulgarmente por «La tienda de losmuchachos», y cuando Sáez, por mi orden, subió a Galeras, le entregué la bandera rojaque las hijas de Oriuño confeccionaron rápidamente, sin saber para qué se destinaba, ycuando un cabo de cañón de la «Almansa» se me presentó al amanecer del 12 diciéndomeque la escuadra no podía iniciar el movimiento y sí recomendarle si la Plaza lo iniciaba,entonces envié un aviso a Sáez para que izara la bandera roja en el castillo".



Y es demasiada sangre habría que verter para teñir la media luna roja y el planeta Venus (la estrella del interior) Una energías que serían más necesarias en el campo de batalla.

En este momento es cuando entra en aparición un personaje fundamental para conocer el moviento cantonal del sureste español y de la indetidad regional. El diputado: Antonete Gálvez

Antonete Gálvez Arce destaca, desde su más tierna juventud, en levantamientos de corte federal y progresista. Cuando era un muchacho entró a formar parte de la compañía de Milicias Nacionales de Torreagüera, y en 1843, ante la sublevación favorable a Narváez en Madrid, hará frente a la columna que se alzaba sobre Murcia al mando del General Ros de Olano, quien resultará victorioso por lo que Gálvez hubo de retirarse discretamente al Huerto de San Blas (Torreagüera), donde contraería matrimonio con su prima Dolores Arce Tomás, con la que tendrá seis hijos.



Antonete Gálvez continúa participando en las conspiraciones del partido progresista, y el 17 de julio de 1854 entra en Murcia al frente de un grupo de hombres reclutados en la huerta, logrando el triunfo de la revolución en esta ciudad. Pero en 1856 un regimiento real restablecería el anterior status quo, obligando a entregar las armas a la Milicia Nacional, auténtica fuerza de choque de los progresistas desde su creación. Gálvez no cejaría en su empeño y de esta manera, en 1868, decidiría apoyar el pronunciamiento del progresista General Prim, que se haría con el control de Cartagena, mientras Antonete hacia lo propio en la ciudad de Murcia, decidiendo así el triunfo de la insurrección en la provincia. Un año después, Antonete protagoniza el emblemático levantamiento republicano en la Sierra de Miravete, teniendo que exiliarse a Orán(Argelia) trás su fracaso, para retornar en 1870 gracias a una amnistía.

En 1868, el ya conocido como león de la Huerta, ve en la revolución cantonal el momento perfecto para llevar a cabo sus ideales progresistas que pasan por una república federal con gran autonomía para los territorios españoles. Ya en la ciudad portuaria, Galvez convenció a la marinería de la moderna flota de fragatas acorazadas atracadas en Cartagena para que se uniera a la rebelión, dejando marchar a los oficiales. Galvez es nombrado por los cantonalistas comandante general de las tropas del Ejército, Milicia y Armada de el cantón de murciano de Cartagena.



Uno de los aspectos más destacados de la participación de Gálvez como Comandante General de las fuezas militares cartageneras, fueron sus expediciones por toda la provincia de Murcia a aquellas zonas que los dirigentes cantonales consideraban usurpadas al "histórico Reino de Murcia", expandiendo el movimiento mediante la formación de Juntas Locales y recaudando tributos para la defensa del cantón murciano habida cuenta los escasos fondos que los oficiales perdonados por los cantonalistas dejaron en la ciudad departamental.

Son los momentos álgidos del moviento cantonal, Murcia, Lorca, Cieza, Jumilla, Mazarrón, Águilas, Orihuela, Torrevieja se unen a los insurgentes cantonales. El moviemento va triunfando debido a que el Gobierno consticional esta sitiado por varios frentes.

Sin embargo, esta alegrñia fue efímera, el 30 de julio llegó a Almería la flota cantonalista del general Contreras. Exigió a su autoridades que pusieran a votación popular el establecimiento de un cantón y que entregaran una ayuda de 100.000 duros. Se negaron los de Almería, produciéndose un intercambio artillero. La flota de el cantón de Cartagena siguió rumbo a Motril (Granada) donde Contreras desembarca y se le rinden honores; curiosamente, a falta de himno adecuado, los músicos interpretaron La Marcha Real. Tras constituirse un cantón aliado, los de Motril convencieron a Contreras para que aceptara unos pagares de 160.000 reales pagaderos en Málaga (donde se había proclamado también un cantón días antes). El 1 de agosto, cuando se dirigían a Málaga para cobrarlo, los barcos cantonalistas fueron apresados por una flota anglo-alemana (conocedora de la declaración de “piratería” del Gobierno de Madrid). Los tripulantes cantonalistas fueron desembarcados, y los buques fueron entregados a la República. El Gobierno republicano tenía tropas atacando al cantón de Valencia. En auxilio de éste acudió Antoñete y sus cantonalistas. El 10 de agosto fue derrotado en Chinchilla (Albacete) por el general Martínez Campos, que le causó 500 muertos. Dos días después los cantonalistas deben evacuar Murcia, refugiándose tras las imponentes fortificaciones de Cartagena. Como la capital murciana otras ciudades procantonales van siendo recuperadas por el Gobierno sin mucha resistencia. El 30 de agosto, las tropas de Antoñete hacen una salida hacia Orihuela (Alicante) donde derrotan a los guardias civiles y carabineros, constituyeron un cantón y se volvieron a Cartagena con el dinero del ayuntamiento alicantino. Para financiarse las autoridades de el cantón de Cartagena deciden acuñar monedas de plata: el “duro” cantonal.



Mientras, en la ciudad la Junta está tomando decisiones como gobierno autónomo. Se forma un "Gobierno Provisional" con distintos ministerios. Se suspende la pena de muerte, se libera a numerosos presos de las cárceles y se mantiene el funcionamiento de las instituciones y servicios públicos. También se publica un periódico oficial: El Cantón Murciano, muestra del sentimiento regionalista de los instigadores del moviemento.

Asediados por tierra por el Ejército, la flota cantonalista hace salidas en busca de víveres y dinero; ahora porta siempre la bandera de la República para evitar sea tomada por pirata por los barcos de guerra extranjeros. Consiguieron sus propósitos en Torrevieja y en Aguilas, y fracasaron en Alicante. El Gobierno envió a los barcos que había recuperado en agosto para evitar que los cantonalistas hicieran más salidas; el 11 de octubre combatieron ambas flotas frente a la bahía de Portman. Los barcos cantonalistas eran más potentes pero estaban mandados por capitanes de la marina mercante, debiendo refugiarse en Cartagena para no ser hundidos. La flota de el cantón de Cartagena hizo una nueva salida cinco días después para restablecer el cantón de Valencia, sofocado en agosto; al salir hicieron huir a los barcos gubernamentales que trataron de bloquearles. De noche, cuando estaban a la altura de Alicante, chocaron accidentalmente dos de sus barcos, hundiéndose uno y muriendo varios tripulantes. En Valencia se apoderaron de los barcos fondeados, pero no consiguen que se sublevase la ciudad.

Mientras tanto, el Ejercito de la República —dirigido sin contemplaciones por los militares monárquicos fogueados en la guerra contra los carlistas— iba estrechando el cerco y bombardeaba cada vez más la ciudad. El 29 de diciembre se incendió y hundió la fragata cantonal Tetuán. pero todavía les esperaba una catástrofe aún mayor a los rebeldes: el 6 de enero explotó el parque de artillería de Cartagena, muriendo más de 300 mujeres y niños que allí estaban refugiados. Fue la mayor tragedia de esta clase ocurrida en España hasta entonces.

Lo que algunos creían que iba a ser un asunto fácil se revela en realidad como una larga y compleja operación. La ciudad, amurallada, con numerosos defensores y bien armados, no está dispuesta a rendirse fácilmente. Durante meses se suceden los enfrentamientos, por tierra y por mar, entre ambas fuerzas. Los ataques de los sitiadores por tierra son rechazados una y otra vez, mientras que la flota cantonal y las baterías defensivas mantienen a raya a la flota gubernamental, que trata de bloquear la entrada al puerto. Las tropas del Cantón hacen varias salidas en busca de víveres y para desbaratar las fortificaciones atacantes. Los combates se suceden. Pero el desgaste se va notando en los sitiados. Los víveres comienzan a escasear y comienzan las desavenencias entre los partidarios de la resistencia a toda costa y los favorables a negociar. Hay deserciones y arrestos y se enrarece la convivencia. Mientras, los sitiadores reciben contínuamente nuevas tropas de refresco, más artillería y armamento.
En esta situación angustiosa tiene lugar otro momento, por llamarlo de alguna manera, curioso. El gobierno cantonal envía una comunicación oficial a Washington... ¡pidiendo que el Cantón sea aceptado como uno más de los estados de la Unión. Al parecer, los norteamericanos llegaron a considerar el ofrecimiento, pero Cartagena cayó antes de que tomaran ninguna decisión.

Sin ninguna esperanza ni fuerzas, el 12 de enero los sublevados se embarcaron en la poderosa fragata Numancia un grupo formado por el cabecilla Antoñete y unos mil de sus seguidores; a pesar de ser perseguidos por la flota de la República consiguieron llegar hasta el puerto argelino de Orán. Atrás quedó Cartagena, con el 70% de los edificios destruidos y dañados. Atrás quedó uno de los momentos más épicos de nuestra Región y que merece ser recordado y revisado para no hacer falsas alegorías segregacionistas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario