Los antecedentes históricos de La
Alberca son muy remotos, de los más antiguos del municipio. En las laderas de
sus montañas se detectarán los primeros asentamientos de pobladores de Murcia,
al situarse en zonas que se mantenían a salvo de las avenidas de los dos ríos
que discurren por el valle, además de ser lugares fácilmente defendibles y en
los que los nacimientos de agua potable eran numerosos. De estos primitivos
pobladores tenemos restos de una necrópolis argárica (2000 años a.C.) cerca de
San Antonio el Pobre. De época ibérica también quedan restos que se reparten
por toda la ladera montañosa que discurre por las actuales pedanías de La
Alberca, Santo Angel y Algezares, concretamente, en el Santuario de la Luz,
Santa Catalina del Monte, Cabecico del Tesoro y en la Estación Sericícola...
Pero vayamos por partes.
Amanece en el Valle del Segura… los
primeros rayos de sol del alba iluminan el antiguo Santuario de la Luz, en la
parte exterior al recinto sagrado, los sacerdotes íberos moradores de esta zona
santa entonan sus plegarias y bailes rituales entorno a la diosa de la Luz, la
fecundidad y la agricultura. De ese odeón o auditorio queda la grada de piedra
donde veinte personas presentarían sus ofrendas a la citada diosa… La ceremonia
continuaría por el Dromos hasta una
bañera de piedra natural que purificaría a todos los que entraran al templo
íbero… todo esto puede verse en la actualidad salvo el propio templo del que
sólo quedan cuatro columnas donde se hacían los sacrificios de animales para
asegurar unas buenas cosechas…
Buenas cosechas que aseguraban la
buena ventura de los habitantes del primer origen de La Alberca… Bajando de ese
Santuario de la Luz esta el paraje de Verdolay donde se encontró una de la
mayores necrópolis íberas de España, el llamado Cabecico del Tesoro. Como todos
los grandes descubrimientos fue mera casualidad, Verdolay es una umbría donde
miles de familias murcianas de primeros del siglo XX acudían para evitar los
calores de la ciudad. Entre ellos profesor Cayetano Mergelina. Fue Mergelina
quien quedó desconcertado por unos muros de piedra que sobresalían del terreno
y que eran usados por los ciudadanos para sentarse y realizar la comida o la
merienda de un día de campo cualquiera… La curiosidad esta vez no mato al gato
y a las piedras hablaron de 609 tumbas íberas y de un poblado cercano… Los
ajuares con los que eran enterrados estos pobladores mostraron la riqueza de un
pueblo, el íbero, hasta la fecha considerados primitivos. Vasos decorados con
figuras de animales, joyas, espadas íberas llamadas falcatas y que luego
usarían los romanos e incluso una escultura de una mujer, la Dama de Verdolay,
como la de Elche, pero que esta amamantando a un niño… ¿les suena la imagen?.
La matrona murciana procede de La Alberca.
La presencia íbera en la zona se
mantuvo hasta casi el Siglo II AC. Otra vez cartagineses y romanos usaron el
terreno de La Alberca como una pieza más en su enconada lucha por el control
del mundo conocido hasta la fecha…
Los romanos también se sintieron
atraídos por este enclave. Varias villas sacaban el fruto de esta fértil tierra
del Valle del Segura… Decenas de villas pero de la que sólo nos ha llegado
algunos restos. El más impresionante y de mayor trascendencia es la villa que
acompaña a otros impresionantes restos arqueológicos los del Martrium. Tras el
Edicto de Milan los cristianos romanos ya no tienen que ocultar su religión y
la sacan al exterior. La villa asociada al Martirium debió pertenecer a ricos
patricios rurales que podían costear una nueva construcción en su terreno. En
la parte posterior construyen una de las primeras iglesias de la Región de
Murcia, sencilla pequeña pero con espacio suficiente para que los dueños de la
propiedad fueran enterrados en su interior. Sin embargo llama la atención un
hueco vacío y que estaría debajo de lo que podríamos considerar el altar de esa
primitiva capilla… Quizá fuera el de algún hombre santo, algún personaje
religioso de la época, una reliquia o un mártir traído desde la lejana Roma.
Quizás nunca lo sabremos los espolios realizados en la zona a lo largo de los
años ha hecho que el yacimiento ubicado en la calle de La Paz de La Alberca
guarde este y otros misterios para siempre. Curiosamente esos buscadores de
riquezas buscaban el tesoro de los moros, una leyenda muy arraigada entre las
gentes dela Huerta aunque da la curiosidad de que los árabes nunca pasaron por
esta zona del Segura pero eso si le dejaron el nombre popular al Martirium, Los
Baños de la Reina Mora…
Los árabes fueron monte arriba, usaron
los actuales terrenos de La Alberca como un punto estratégico en la defensa de
la nueva Medina Mursiya. Es de esa época, Siglo IX, el Castillo de la Luz,
ubicado en un cerro a 438 metros de altura perfecto para controlar el paso sur
del Valle y vigilar las minas de yeso de Algezzar (Algezares). La fortaleza
tuvo dos recintos suficientes para un pequeño destacamento de soldados,
vivieres, armas, caballos y agua. Los muros de argamasa daban cobijo a un
torreón que comunicaba visualmente y por señales luminosas con los cercanos
castillos de la Asomada, en el Puerto de la Cadena y la ciudadela de Los
Garres… En el llano ni musulmanes ni cristianos crearon un gran núcleo, sino que se
construyeron algunas torres o casas fuertes y alquerías aisladas, como fueron
las denominadas Torres del Sordo, de López Martínez de Zoriot y de Dña.
Saurina, que, como señala Merino, al igual que otros lugares de la huerta de
Murcia, dependían de la jurisdicción de la ciudad, incluso en lo eclesiástico.
Con los repartimientos de tierras realizados tras la reconquista, la mayoría
pasaron a ser propiedad de una sola familia que llegó a establecer vínculos de
transmisión, pasándose así muy fácilmente del mayorazgo al señorío;
concretamente La Alberca era de Doña Violante, esposa de Alfonso X, en 1.272,
viniendo a los Dávalos hacia 1.570 .
Antes de que los Dávalos impulsaran este rincón de Murcia otra familia, los
Mercader en 1441 erigieron la ermita de Santa Catalina del Monte entregada a la
orden franciscana. Esta ermita servía de punto de encuentro para todos los
anacoretas y ermitaños que vivían en las cuevas de la cercana Sierra, en ella
se daba auxilio espiritual, atención médica y cierta formación académica. La pequeña
ermita fue recibiendo más y más monjes con lo que pasó a monasterio franciscano
y a atender a la población cercana. Las bondades de su clima también hizo que
en sus aledaños los obispos de la diócesis establecieran su retiro de verano,
es decir que fueran de veraneo a La Alberca de las Torres, algo que puso de
moda durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna a esta pedanía entre las
gentes de bien de la ciudad de Murcia
El nombre de 'Alberca de las Torres' deriva de
la presencia de altas torres, que ornamentaban la casa del señor del lugar, así
como la existencia de una gran alberca o estanque. Esta designación adquirió
carta de naturaleza en la escritura del 22 de diciembre de 1628, fecha en la
que se segregaba de Murcia y se constituía en Ayuntamiento propio. Posesionado don Gabriel Dávalos del Señorío,
se constituyó el primer Ayuntamiento propio de la Villa, al que en la primera
mitad del siglo XIX le fue incorporada la antigua diputación murciana de Casas
de Saavedra. A causa de la pobreza de la mayoría de vecinos agobiados por los
abusivos impuestos que les imponían las autoridades provinciales, tanto civiles
como militares, y a petición de un buen número de ellos, sobre todo
pertenecientes al distrito de Casas de Saavedra, uno de los tres que formaban
el término municipal, dicho Ayuntamiento fue suprimido por Real Orden de 10 de
septiembre de 1848 y agregado al de Murcia capital como una pedanía más,
quedando don Diego Moreno García su último Alcalde constitucional, como el
primer Alcalde Pedáneo que tuvo este pueblo. Es curiosa la circunstancia, de
que cuando el Ayuntamiento disuelto presentó sus cuentas al de la Ciudad, el
balance de Caja dio un superávit de 1.357 reales y 25 maravedís.
Tras este periodo municipal, La Alberca volvió a
depender de la Casa de Dávalos, hasta la muerte sin sucesión del último hijo de
esta familia. El Señorío de la Villa a la Casa de Ayala, y por sucesivos enlaces matrimoniales de ésta, a la
de los duques de Veragua, Berwick y Alba. Abolidos los señoríos
jurisdiccionales, esta última, en la persona de don Carlos María Fitz James
Stuart y Palafox, vendió en 1890 las propiedades y derechos sobre los solares
de las casas, a don Mariano Palarea, su administrador en Murcia, el mismo que
espolió el martiryum.
Mientras
los poderosos manejaban los destinos del territorio los huertanos de La Alberca
dedicaban su tiempo entre cosechas a una actividad que va ligada a la Huerta deMurcia, la cria del gusano de seda y la obtención de ese tejido que tanta
hambre ha aliviado en esta tierra, la seda. Pero mejor volver al presente que
las voces de hoy nos hablen de las otras riquezas que ha dado este terreno de
seis mil años de historia…
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